miércoles, 5 de junio de 2013

Toad Road (2012) de Jason Banker. Las siete puertas del infierno.


Vi Toad Road en el Festival Nocturna de pura casualidad, esta es la verdad. Tenía entrada para Meteletsa, Winter of The Dead. Demonios la primera película de Zombis Rusa ¿Que queréis que os diga? Sentía curiosidad. Además su director, Nicolai Pigarev, me había caído genial viendole en la rueda de prensa que dio para presentar la película, un tipo sincero, honesto, y muy divertido. El caso es que no pudo verse el film ruso, un fallo técnico, la veremos más adelante dentro del festival ¿Que hacer? Acudir a la otra opción, Toad Road, que iba a proyectarse en la otra sala del cine Palafox y empezaba una hora más tarde que Meteletsa, Winter of the Dead. Había tiempo.

Así que entramos en Toad Road. Una película que a priori tenía mis prejuicios en contra. Una película con aspecto de arte y ensayo, indie, pelín pedante, cosa que normalmente no me anima. Aunque conocía el argumento, una pareja en una búsqueda mística imbuida por la experimentación con drogas psicotrópicas, y sentía curiosidad. Además si algo tienen de bueno estos Festivales es que te permiten descubrir films con los que dificilmente habrías dado de otra forma, más arriesgados, y que tu a su vez, estás más dispuesto a ver de lo que es habitual.

La película empezó con parsimonia, grandes planos largos y primeros planos de un personaje prácticamente catatónico, mudo, de aspecto lánguido, música electrónica abstracta, aspecto amateur, parecía que mis prejuicios iban a estar justificados. 



Pero de repente comenzamos a conocer al personaje, al que su padre obliga a acudir a sesiones de psicoterapia, hablar de su vida con su terapeuta, con sinceridad, crudeza, buenos actores en una puesta en escena que parece no querer ser cine, de huir de la narrativa tradicional y logrando narrar, pardójicamente, muchísimas cosas en poco tiempo. A través de sensaciones, de miradas y momentos brutales (y muy divertidos todo hay que decirlo) que se intercalan con el diálogo con el psicologo. Vemos al protagonista, que toca en una banda de rock y a sus amigos en el punto más decadente de sus juergas. Queman los pezones de sus amigos cuando están absolutamente borrachos, al protagonista le bajan a los pantalones y ruega en pelotas que se los suban porque no puede levantarse... la manera en que está rodado, casi como un vídeo casero, hace que aunque incialmente te quedes a cuadros ante la escena, comiences lentamente a darle más crédito, pareciera que ya has vivido algo parecido o le ha pasado a alguien que conoces. Ya no estás viendo una película, estás observando a unas personas, y no es found footage ojo (aunque debo decir que el found footage me encanta como subgénero).

Es en ese momento cuando aparece ella. 




Sarah Anne Jones (desgraciadamente muerta después del rodaje en un accidente de tráfico a los 24 años lo que añade truculencia a la historia teniendo en cuenta el desenlace) es, lo diré ya, otro de los motivos por los que me gusta tanto Toad Road. Su personaje dinamitará la historia y la relación de los amigos. Llega a la película sin ser presentada en términos cinematográficos tradicionales, simplemente está por ahí, lo que es muy curioso teniendo en cuenta su importancia vital en la historia. Pasará de ser una chica bien, con buenas notas, a ser una más de ese grupo de gañanes que le da a todo (incluso al vichs vaporups soplado en los ojos mientras les masajean la cara) experimentando y viviendo al límite cosas que jamás hubiera probado de otra forma y a, finalmente, emprender una búsqueda mística imbuída por los ácidos, que mezcla realidad, alucinación y secretos terribles enterrados por siempre en el subconsciente. 

Y mira que no me gustan las películas sobre drogas. No por moralidad ni nada de eso, simplemente me suele asquear ese rollo molón y pretendidamente alucinado que se llevan, no lo se, no se explicarlo pero las suelo detestar de entrada. Pero Toad Road consigue ser otra cosa. Como si a pesar de que los personajes cometen locuras, hacen barbaridades y de sobra sabes que esas místicas aspiraciones suyas son quimeras vacías, la historia te resulta placentera, hipnótica, fascinante en todas sus formas, sonidos y colores, casi como si, con esa puesta en escena aparentemente descuidada, anti-cinematográfica, sucia y también aparentemente imperfecta, el cineasta, Jason Banker, lograra un efecto parecido al de esas enormes setas que se zampan los protagonistas. Lograr que el horror y lo feo, lo terrible y desagradable te resulte placentero, seductor y te llene. 



Como digo Sarah Anne Jones y su personaje resultan vitales en todo esto. Su voz en off hacia el final, describiendo esa búsqueda de las siete puertas del infierno es estremecedora. Logra momentos asombrosos, esa simbiosis de interpretación, puesta en escena e historia y gracias a ello se logra un giro fantástico y de terror nada al uso pero realmente impactante, que cristaliza en un solo momento, apenas unos segundos, pero de puro terror como en pocas ocasiones hemos visto últimamente. Chapeau pues, a esta película, hemos de seguir la pista a este realizador, porque lo que nos ofrece en Toad Road merece y mucho la pena, hasta el momento una de las mejores de Nocturna 2013.


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