viernes, 5 de abril de 2013

Los Descendientes (2011) The Descendants



Matt King (George Clooney) es descendiente de la realeza hawiana y los misioneros. Poseedor junto con una legión de primos de los pocos terrenos vîrgenes que quedan en Hawai de valor incalculable, cuya venta, el administra. Mientras decide, junto con el resto de su familia, cual es la mejor oferta para venderlos, su vida sufre una convulsión al quedar su mujer en coma irreversible debido un accidente y ha de hacerse cargo el solo de sus dos hijas de 7 y 10 años.



¿Que le puede faltar? (¿O tal vez sobrar?) a un drama con una historia original, con momentos emocionantes, con buen guión, un gran reparto e interesantes giros que mantienen la atención del espectador? Encima espléndidamente rodada (gracias a dios, sin absurdo tembleque de cámara) y con una bonita fotografía.

No quiero decir con esto que Los Descendientes sea mala. Es buena, está bien actuada y consigue grandes momentos. Pero al final, cuando entran los créditos, me he quedado con un sensación extraña, demasiado cercana a la indiferencia. 



Y es que pese a ser una historia tan emocional y de personajes, y estar todos ellos perfectamente trasladados e interpretados en la película, esta no ha logrado conmoverme, ni sentir lo mismo que los personajes sienten, en momentos clave de la película, por muy bien que estos momentos se hayan rodado e interpretado.

Quizá la clave esté en que por mucho esfuerzo que se haya puesto en guiôn, en direcciôn de actores y puesta en escena, al final es evidente, demasiado evidente que Los Descendientes es exclusivamente un vehículo para George Clooney, para conseguir su estatuilla de aquel año (por desgracia no lo logró) y que desde luego merecía. Su personaje no deja de sufrir en toda la película, de enfrentar mil y un dificultades y encima, en muchas ocasiones, ha de ocultar esos sentimientos. Clooney demuestra su valía saliendo airoso con un personaje que atraviesa todo ese via crucis. Pero a pesar de ello la película no consigue salvar ese "distanciamiento" emocional del espectador, y lo que podría ser una gran película, acaba co mo un muy correcto drama, pero que no trascenderá y acabaremos olvidando.



Al final lo mejor de la cinta es Robert Foster, que está impresionante, en un papel de duro que esconde sus sentimientos (ojo a la escena en que se despide de su hija en coma, asombrosamente contenido y sutil, pero dejando ver aún así el infinito amor y cariño que profesa a su hija).

Aún con todo no perderéis el tiempo si os decidís a acercaros a este film de Alexander Payne. En los tiempos que corren no es fácil encontrar tanto esfuerzo invertido en interpretación y drama de la vida cotidiana.









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