sábado, 6 de abril de 2013

La Diligencia (1939) Stagecoach de John Ford



Una mujer embarazada, un médico borrachín, una prostituta a la que han echado del pueblo y un sheriff que custodia a un fuera de la ley entre otros son los pasajeros de una diligencia que tendrá que emprender un duro y peligroso viaje con el peligro constante del ataque de los indios, liderados por el jefe apache Jerónimo, que ha huido de la reserva y desenterrado el hacha de guerra.




Aunque no soy un gran amante del cine clásico, de vez en cuando, cuando me encuentro con ganas y disposición, si que veo alguno y pese a que luego me da pereza repetir la experiencia, no suelo arrepentirme. Además John Ford es uno de esos directores clásicos-míticos-intocables que todo el mundo alaba y venera constantemente (incluido el recientemente fallecido Jess Franco) y yo no había visto ni una sola película de el, así que, me he puesto a ello. Y nuevamente, debo decir, que no me arrepiento y efectivamente se nota que estamos ante un clásico dirigido por un gran director.




Aún así no se libra esta película (ahora es cuando mis compañeros y amigos más cinéfilos del grupo de facebook de La Consulta del Doctor Loomis me matan) de un defecto. Y es el efecto siesta. A mi me gusta el Western, pero más que el Western, el Spaguetti Western. Siempre he tenido un problema con los Westerns clásicos y es que me retrotraen automáticamente a esas sesiones de sobremesa de La Primera en que echaban alguna de estas películas clásicas del Oeste (ese hábito desapareció para siempre de las Cadenas más punteras y ahora solo lo recuperan cadenas como Telemadrid en verano) y automáticamente mi cuerpo toma una disposición de "sobremesa" al verla ¡sea la hora que sea oigan! En mi casa solíamos tomar siempre Cocido los finesdesemana, pues bien, es que es ver una de estas películas aunque sea a las diez de la noche ¡y joder me siento lleno hasta arriba con ese sopor satisfecho de haberme metido un cocido calentito entre pecho y espalda! la mente es una cosa muy curiosa. Pues bien, a ese defecto, que probablemente es más mío que de la película, no ayuda el que en sus dos primeros tercios, sea básicamente todo diálogos y nada, nada de acción. Son personajes interesantes, con historias bastante fuertes para la época en que se hizo el filme, pero uno (sobre todo teniendo en cuenta que el argumento trata de una Diligencia asediada por los indios en medio del desierto) espera algo de acción, de revolveres, de caballos, y esto no llega hasta casi llegado el último tercio. Pero demonios, hablamos de una película de 1939, y que me corrijan si me equivoco (soy un inculto en materia de orígenes cinematográficos del Western) debió ser uno de las primeras muestras de cine Western de la historia, y si no de las primeras, probablemente si una de las primeras memorables, pues ha tradcendido a nuestros días, y a mi, concretamente.



Ese defecto circustancial no estropea esa placentera y curiosa sensación de estar viendo un verdadero clásico del cine. Hay planos, travellings (como esa espectacular presentación de un jovencito John Wayne en la película fusil en mano y por cierto, no es por ser cizañero pero... ¿no está desenfocado? cuantos palos me van a llover por décir estas cosas...) y momentos que son verdaderamente bonitos de ver. Se tiene la sensación constante de estar viendo escenas y planos que entrarían por fuerza en una antología de lo que significa el cine, de lo mejor que el cine puede lograr, esos vídeos tan bonitos que montan de vez en cuando para los Oscar, no se si me entendéis... pero bromas a parte en serio, es bonito de ver.



Además aunque la "acción" se hace esperar, una vez llega el momento del enfrentamiento con los Indios es bastante espectacular (incluso hoy lo es aún siendo una película con nada menos que 74 años a sus espaldas) , está tremendamente bien rodado y mola mucho. Y me gusta particularmente la elipsis con la que resuelve John Ford el tiroteo final, la venganza del personaje de John Wayne, de una manera bastante alejada a lo que uno esperaría en un Western, que es elegante, interesante y sorprende.

Además todos y cada uno de los personajes son entrañables. El duo médico borrachín y marchante de Whisky es antológico, con acento especial en el bonito-patético momento en que el marchante le díce al médico que se ha ido pimplando a lo largo del viaje todo el Whisky que transportaba en su maleta: "-Déjelo, no beba más-." y el médico le aparta el brazo y sigue bebiendo. Personajes que caen especialmente simpáticos, pues casí todos a su manera son marginados, que van contra lo socialmente aceptado por hacer lo moralmente correcto.

En definitiva que os la recomiendo si alguna vez tenéis ganas de ver un auténtico clásico, a mi al menos, me ha dejado ganas de ver más películas de John Ford.


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